¡Hola a todos! Hoy en nuestro blog vamos a seguir hablando sobre las peculiaridades de la gastronomía italiana. Por este motivo no podemos dejar de lado una de las recetas más típicas, aunque quizás sea poco conocida: Hablamos de la Foccacia.
Este plato inconfundible de la gastronomía italiana, que cada vez cobra más fuerza en las cocinas de todo el mundo, es uno de los más sencillos que hay, ya que se realiza con tan sólo cinco ingredientes: agua, harina, levadura, sal y aceite de oliva, que logran el milagro de una exquisita masa simple.
En efecto, se trata de una pieza de pan aromática y apetitosa cocida sobre fuego. Antiguamente era un producto muy consumido por las comunidades pobres, porque era barato de producir y tenía un alto valor nutritivo, elemento que lo hacía altamente eficaz contra épocas de carestía alimentaria. Lo determinante es su elaboración: respectar la receta tradicional y sobre todo aplicar el mismo cariño y cuidados de antaño.
Al igual que ocurre con la pizza, el origen de la foccacia no está nada claro:
Por un lado, se cree que el origen de la focaccia la tenemos que buscar entre los antiguos etruscos ya en la Grecia Clásica. Por otro lado, una historia italiana la vincula con la localidad de Recco, en Génova, cuando en el siglo XVI los pobladores de esta zona se vieron atacados por piratas Saracenos, que sitiaron la localidad, y la población se tuvo que refugiar en los montes con lo necesario para sobrevivir, sobre todo harina, aceite y sal. Otra historia vincula su origen a Liguria, región rica en plantación de olivos, siendo este aceite el principal ingrediente de la focaccia.
Debido a su simpleza, se puede combinar con una gran variedad de alimentos, como la cebolla, las aceitunas, el ajo, el aceite de oliva, el tomillo, entre muchos otros productos muy mediterráneos. Se puede comer sola o acompañada de lo que más apetezca. En Italia se come a cualquier hora y especialmente a la hora del almuerzo de mitad mañana o del ya famoso aperitivo-italiano por la tarde.
